martes, 14 de mayo de 2013

Una Keizersberg Blond

Hoy voy a presentar en este blog una cerveza de esas que vienen acompañadas de gratos recuerdos. Para ser honesto debería reconocer que la gran mayoría de las cervezas me traen recuerdos placenteros, pero ésta está situada en la entrada principal de esa clase de recuerdos. No tanto en sí por la cerveza como por el lugar donde la caté por primera vez.

Era agosto de 2011, en mi viaje a Bélgica con mi santa, nuestro hotel estaba en Bruselas pero habíamos tomado un tren dirección a Malinas y seguidamente a Lovaina -Leuven para los belgas-. Nuestra intención era pasar el día visitando las dos localidades todo lo ampliamente que nos fuese posible. Primero visitamos Malinas durante toda la mañana, y seguidamente nos dirigimos a Lovaina alrededor de la hora del almuerzo y tras consultar la guía e indagar apropiadamente con nuestro propios ojos, decidimos coger una mesa en una terraza situada en la encantadora Plaza Antigua de Lovaina. Una maravilla arquitectónica absoluta.

Fue sentarme en la terraza y ver la carta de cervezas e inmediatamente inundarme un embriagadora sensación de satisfacción y alegría interior. Me encontraba como se suele decir vulgarmente más a gusto que un cerdo en un charca. Imaginen: sentado en una terraza, descansando los pies, disfrutando de una temperatura ideal, mojando mis labios de una buena cerveza bien fría, con la mejor compañía posible -mi santa- y rodeados de historia, de una arquitectura espléndida. Por si fuese poco pedí un plato de comida que no sabía bien lo que era pero que resultó buenísima.

La  primera cerveza que tomé -porque, como es lógico, hubo más de una- fue una Keizersberg Blond que me supo estupenda. Como soy hombre precavido hice fotos de todas las cervezas que tomé y así guardo unos pequeños apuntes de cada una. La Keizersberg Blond es una cerveza belga, con un considerable 7.5 % de alcohol, abundante espuma, como se puede ver en la foto y, supiese como supiese, porque ahora no lo recuerdo, a mí me supo perfecta.

Ojalá la vida me permita volver a aquel inigualable rincón del mundo otra vez y si esto ocurre y consigo volver, no les quepa duda de que me volveré a sentar en una terraza de la misma plaza y volveré a tomar una cerveza y les aseguro que brindaré por ustedes, mis lectores.

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